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jueves, 29 de marzo de 2018

La Lizama vs. las peores tragedias ambientales de Colombia

La mancha de 30 kilómetros de petróleo que ha dejado el fallo del pozo 158 La Lizama de Ecopetrol ha despertado varias reacciones, desde indignación en redes hasta pedir la renuncia del ministro de Ambiente. Pero este es sólo uno de los golpes que ha recibido el medioambiente del país.


La historia ya se ha contado en todos los medios. El 2 de marzo, a unos 300 metros del corregimiento La Fortuna (Santander), en el pozo 158 del campo La Lizama de Ecopetrol, se registró un primer derrame. En principio, parecía que la cosa no iba a ser tan grave y, según las autoridades, la empresa falló en no activar un plan de contingencia inmediato. (Lea: “Es como si nos hubieran matado la mamá”: comunidades por derrame de petróleo)
Pero fue hasta diez días después, el 12 de marzo, que las alarmas se empezaron a activar. Las comunidades cercanas y los reporteros de Santander comenzaron a compartir imágenes del caño La Muerte y la quebrada La Lizama teñidos por una mancha negra, Ecopetrol reportó nuevas fugas a pocos metros del primer derrame y ocho días después Santander ya se había tenido que declarar en calamidad pública. Pese a los esfuerzos y al plan de acción por parte de la empresa, que incluyó la instalación de 14 sitios de monitoreo, piscinas y varias barreras de contención, el crudo siguió extendiéndose.
Pero a medida que la mancha se fue regando, alcanzando los 30 kilómetros, la noticia también se transformó en una bola de nieve. En redes la indignación se despertó bajo el #DesastrePetroleroLizama e, incluso, se convocó un plantón frente al Ministerio de Ambiente pidiendo la renuncia de varios funcionarios, entre ellos del ministro Luis Gilberto Murillo. Todo esto sin contar con que el derrame también le cayó “como anillo al dedo” a la campaña de algunos candidatos y se convirtió en la oportunidad para comprobar lo fácil que es caer en las noticias falsas en medio de las tragedias.
Rondó el video de un lavamanos en Lebrija (Santander) del cual, supuestamente, estaba saliendo petróleo como consecuencia de la contaminación de los ríos y la imagen de un tigrillo muerto manchado de crudo como consecuencia del desastre, que fueron virales. Ninguna de las dos cosas, claro, resultó ser cierta. (Lea acá: ¿Está saliendo petróleo por lavamanos en Lebrija? Esta es la historia del video)
A los más de 20 días del derrame, parecía que ya habíamos entrado en una especie de histeria colectiva. En medio de este caos, de la sensación de que Ecopetrol estaba tratando de darle menos importancia y del grito de las comunidades pidiendo que se les prestara mayor atención, se supo que varias entidades de vigilancia tenían información que podría “haber advertido sobre la posibilidad del desastre”. Un escenario similar al que se vivió hace casi un año con Mocoa, donde después del desastre varios salieron a decir que era uno anunciado. (Lea: Desde 2016, Ecopetrol sabía de fallas mecánicas en pozo del derrame de petróleo)
Lo cierto es que 27 días después son más las dudas que las certezas. ¿Qué fue lo que realmente sucedió? ¿Cuánto le costará al país recuperar los ecosistemas afectados? ¿Estamos ante la peor tragedia ambiental de Colombia?
No se puede negar la dimensión del desastre de La Lizama, sobre todo cuando afectó una zona muy habitada y de gran riqueza agrícola y ganadera. Pero tampoco se puede negar que Colombia ha enfrentado problemas ambientales más profundos, complejos y con una trayectoria más antigua. Algunas cifras pueden ayudar a ponderarlo. Frente a los 30 kilómetros que ha alcanzado la mancha, llegando hasta el río Sogamoso, se debe tener en cuenta que sólo en 2016 la deforestación se comió 178.597 hectáreas de bosque. Unos 70 años atrás, además, la construcción de la Ciénaga-Barranquilla borró del mapa 26.000 hectáreas de manglar.
Pese a que el derrame en La Lizama dejó en evidencia que el país tiene una tecnología y una capacidad de respuesta débil, no deja de ser un desastre que, de alguna manera, está contenido (hasta ahora). En cambio, la minería ilegal que va dejando como rastro el mercurio, ha afectado ríos de 21 departamentos y generado casi dos mil casos de envenenamiento en los últimos cinco años.
Por esto las 25 familias reubicadas por el derrame de La Lizama y las más de mil que pudieron verse afectadas, contrastan con los 160 mil habitantes de Tumaco (Nariño) que se quedaron sin agua en 2015 tras un atentado contra el oleoducto Transandino por parte de la guerrilla y al número incierto de víctimas que han dejado 30 años de atentados al oleoducto Caño Limón-Coveñas.
La tragedia ambiental de La Lizama es sólo una de las muchas que Colombia ha tenido que vivir a través de los años. Estos son algunos casos.

La deforestación, el viejo problema de la Amazonia

Herminso Ruíz
/Herminso Ruíz
De acuerdo con el Ideam, en 2016 se talaron 178.597 hectáreas de bosque, el 60 % en la Amazonia. El impacto más dramático del fenómeno es la pérdida del hábitat de millones de especies, la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera y la interrupción del viaje de 200 billones de toneladas de agua desde la Amazonia hacia los Andes y el Atlántico en todo el continente. El fenómeno no es nuevo, empezó hace cinco décadas, cuando el liquidado Incoder impulsó la colonización de la región al titular las parcelas de monte tumbado que abrían los campesinos sin tierra en lo que hoy conocemos como frontera agrícola. ¿La única condición para titular la tierra? Que dos terceras partes de la finca fueran potrero.

El petróleo invade Tumaco (junio de 2015)

/Archivo El Espectador - Nelson Sierra
El 22 de junio de 2015, en medio del proceso de paz, las Farc cometieron un atentado que dejó sin agua a más de 160 mil personas en Tumaco (Nariño). En la madrugada de ese día atentaron contra el oleoducto Transandino, generando el derrame de 410 mil galones de petróleo. El crudo alcanzó al río Guisa, que nutre al río Mira, una importante arteria fluvial del Pacífico. El número de afectados fue tan alto y la mancha que se extendió por la selva tan grande, que el entonces ministro de Ambiente, Gabriel Vallejo, calificó la voladura como la “peor tragedia ambiental en los últimos diez años”. No fue, sin embargo, la primera vez que eso sucedía. El 16 de junio del mismo año, por sólo poner uno de los muchos ejemplos, otro atentado en el oleoducto Caño Limón-Coveñas, en Tibú, Norte de Santander, dejó sin agua a 16 mil habitantes. 

La contaminación tiene agonizando al río Bogotá

/Archivo El Espectador
Desde 1940 comenzó la época negra del río Bogotá. El aumento descomunal en la población de la capital se convirtió en su arma letal, ya que empezó a recibir las vertientes de  cuatro millones de habitantes. A esto se le sumó que las empresas de Puente Aranda botaron sus desechos a esta fuente. Ante la problemática, el recorrido pasó a ser lineal y desapareció la visión agrícola que se tenía. La contaminación generó un impacto ambiental y un problema de salud pública por los diferentes tóxicos que se concentran, como cinc, cadmio, arsénico, cromo, mercurio y plomo. Desde 1997 la Fundación Al Verde Vivo hace mediciones del oxígeno disuelto y el indicador sigue siendo cero. La contaminación es de grado 4 de Villapinzón hasta Chía, y sube a 8 desde Soacha a Girardot, donde desemboca en el río Magdalena. El río recibe las aguas residuales de nueve millones de habitantes de Bogotá y Soacha.

Ciénaga Grande, muerte lenta

/Archivo El Espectador- Tatiana Pardo
La Ciénaga Grande, con sus 500.000 hectáreas, es la laguna costera más grande de toda la cuenca del Caribe colombiano. Y, según la investigadora Sandra Vilardy, “la empresa más grande de Colombia, porque ofrece un sustento económico a cerca de 15.000 familias entre pescadores, compradores y vendedores. En los últimos 50 años ha sido el escenario de una de las peores tragedias ambientales de Colombia. Entre 1956 y 1990, con la construcción de la carretera Ciénaga-Barranquilla, se causó la muerte de 26.000 hectáreas de manglar. En los últimos 20 años, el mal manejo de aguas a lo largo de los ríos que bajan de la Sierra Nevada, la construcción de terraplenes ilegales y diques, y el avance de la frontera agrícola y ganadera han llevado la salud de la Ciénaga a su límite. Entre los años 60 y 90 disminuyó el 90 % de la pesca. En el último informe de Invemar, 8.700 hectáreas de manglar se perdieron entre 2015 y 2017.

¿Qué queda de Caño Limón?

/Archivo El Espectador
De acuerdo con Ecopetrol, el oleoducto Caño Limón-Coveñas, que transporta diariamente unos 2.100 barriles de petróleo, ha sufrido 1.500 atentados en los últimos 30 años, el equivalente a 3,7 millones de barriles derramados. Esto, a su vez, equivale a daños de unas 85 especies de flora y fauna a lo largo de apenas 200 kilómetros de tubería, y afecta a unas 3.500 familias de la región del Catatumbo. Sólo a principios de este año sufrió 10. Pero a pesar de 30 años de atentados, los efectos ambientales de las voladuras de oleoductos aún no son claros. El atentado de mayo de 2016, por ejemplo, dejó 750 familias afectadas, a tres municipios de Arauca sin agua potable y el río Arauca, contaminado. 

Ríos intoxicados  por mercurio

/Archivo El Espectador
Hace un año un reporte de la Contraloría mostró que 21 departamentos fueron afectados por el mercurio, es decir, el 66 %, que son 400 municipios. Una cifra dolorosa que se suma a los dos mil casos de envenenamiento con este químico que se reportaron en los últimos cinco años. La principal causa es la minería ilegal o artesanal que se hace en Antioquia, Córdoba, Chocó, Bolívar y Sucre, y según el Ministerio de Minas el 86,7 % de la minería de oro no cuenta con licencia ambiental, es decir, hay alrededor de 3.584 minas que no cumplen con los estándares. Se estima que Colombia emite en un año hasta 180 toneladas de mercurio. El río Ovejas, el río Cauca, el río Atrato y el río Teta son algunos de los afectados.

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