El expresidente es quien realmente quiere arrasar con la
constitucionalidad del país para refundar una Justicia y un Estado que
les sean funcionales a sus intereses.
Revista Semana -Opinión - Por: María Jimena Duzán
El expresidente Álvaro Uribe se ha venido lanza en ristre contra todos
los magistrados de la Corte Constitucional, que de manera unánime
fallaron a favor de mantener el blindaje del acuerdo del Colón. En su
Twitter no los bajó de prevaricadores, de corruptos y de cuanta
barbaridad pudo achacarles, así cuatro meses antes los hubiese llenado
de elogios por haberle recortado espacios al fast track. Qué más da.
Para el uribismo los cauces del Estado de derecho son solo obsesiones
propiciadas por nefastos castrochavistas y mermelados que se han
infiltrado en la institucionalidad para torpedearla.
Sorprende
de todas formas que la consigna a sus huestes sea casi un llamado a la
sublevación institucional porque las incita a desconocer un fallo de la
Corte Constitucional, como si en un Estado de derecho los expresidentes
tuvieran la facultad de decidir cuándo sí y cuándo no se debe acatar la
justicia.
La razón por la cual el expresidente no quiere
reconocer este fallo de la Corte Constitucional no es una cuestión de
principios, sino de conveniencia electoral: esta decisión del alto
tribunal le da legitimidad al nuevo acuerdo del Colón, producto de la
renegociación con los del No que el expresidente Uribe no le interesa
reconocer. El fallo dice que los acuerdos de paz son una política de
Estado, pero que no forman parte del bloque de constitucionalidad, un
sambenito que ha sido utilizado por la oposición uribista para oponerse a
los acuerdos, pese a que en el acuerdo del Colón quedó claro que esa
disputa ya había sido saldada. Lo último que quiere el uribismo es que
el acuerdo del Colón, producto de la renegociación con el No que ahora
ellos niegan, sea legitimado por un fallo de la corte, como acaba de
suceder. Es cierto que el No ganó el plebiscito, pero también es cierto
que hubo un nuevo acuerdo producto de una negociación cuya legitimidad
acaba de ser refrendada por la corte.
Álvaro Uribe le ha vendido
a una gran parte del país que hay que votar por el uribismo porque es
la única manera de frenar la llegada al poder del castrochavismo. Sin
embargo, lo que no saben todos esos colombianos que hoy siguen al
caudillo es que el verdadero Chávez colombiano no es Juan Manuel Santos,
ni Petro, sino Álvaro Uribe.
El expresidente es quien realmente
quiere arrasar con la constitucionalidad del país para refundar una
Justicia y un Estado que les sean funcionales a sus intereses. Es el
uribismo el único que quiere destruir todo lo construido para edificar
de cero su nuevo proyecto político.
No sigamos buscando la
calentura en las sábanas. El verdadero peligro no son las Farc
convertidas en partido político, sino un uribismo recargado, cada vez
más decidido a volver al poder con el propósito de cambiar el modelo de
democracia que hasta ahora ha imperado en el país. No nos equivoquemos:
nuestro Chávez es Álvaro Uribe.
Información tomada de semana.com 2017-17-10
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