Entre las 7 preguntas que integran la consulta anticorrupción por celebrarse el próximo 26 de los corrientes, existe un punto de alto consenso social: la reducción de los salarios que devengan los congresistas.
Sin excepción, cuando este tema emerge en una conversación desprevenida de amistades reunidas alrededor de un café o similar, el rechazo es generalizado. Unos y otros dicen no comprender cómo es que el salario de estos personajes es tan alto, esto sin sumarle beneficios como vehículo a cargo también del conjunto nacional y la subvención de quienes le acompañan en su trabajo, más conocida como Unidad de Trabajo Legislativo –UTL–, integrada hasta por 10 personas, cuyo costo no puede superar los 50 salarios mínimos mensuales. Es decir, cada uno de ellos puede percibir un salario mensual cercano a los 4 millones de pesos. Por lo general, las UTL las integran 5 personas, es decir, el sueldo de cada funcionario alcanza a ser hasta 8 y más millones.
La inconformidad social con el salario de los llamados popularmente “padres de la patria” no es para menos. Cada uno de estos percibe, referido al 2018, mes a mes, $ 31.331.821 pesos. Los negocios de todo tipo, desprendidos de su vinculación con el Estado tampoco son pocos, entre ellos las cuotas de empleados públicos, todo lo cual le otorga un pequeño espacio de poder que, con algunas excepciones que le hacen honor a la norma, deslumbra a más de uno.
Esta bien corregir este despropósito. Pero, ¿cuál debería ser el sueldo de estos funcionarios públicos? De acuerdo con lo proyectado por quienes impulsaron esta consulta, el sueldo deberá ser recortado de 40 salarios mínimos mensuales legales a 25, tomando este como tope máximo.
Un salario que tampoco es poco: ¡25 salarios mínimos!, cuando la mayoría de familias colombianas malviven con un solo salario, o tal vez dos, sin posibilidad, por demás, de hacer negocios producto del trabajo que desempeña la persona que está vinculada a alguna actividad productiva, y los contactos que tiene producto de la misma.
En el curso de la Comuna de París, una bella experiencia acaecida hace ya 147 años (en 1871), los insurrectos que se hicieron con el poder a lo largo de tres meses, definieron que los asambleístas no podían devengar un salario superior al que devenga un obrero promedio. Referido a nuestros días, esto significa un salario que oscila entre 2 y 3 salarios mínimos. Establecían así que la política no podía ser comprendida como un asunto de especialistas, y que quien la ejerciera tampoco podía hacer de ella fuente de diferenciación ciudadana ni fuente de poder.
La política no puede ser de profesionales. Esta es una máxima legada por el marxismo, ideal por el cual hay que laborar, en el sentido de que toda persona debe estar en capacidad de asumir y responder en público por lo que es de todos. De ser así, tales puestos serían rotativos, abiertos al público en general, en tanto que quien esté al frente de uno de ellos debe estar dispuesto a responder a cualquiera de sus conciudadanos cuando lo requiere. Es decir, en tanto funcionario público, el político se debe al conjunto social y no a sus intereses particulares, como es común hoy. El funcionario no sube y se pavonea, sino que baja y se esfuerza, no se sirve sino que sirve, atento siempre para que todo aquello que ande mal retome la senda requerida para que todos vivamos bien, es decir, en felicidad. Este es el propósito último y decisivo de lo que debe ser el buen gobierno.
Estamos ante un bello ideal: la política desprofesionalizada, y lo que esto implica: la política como asunto de todos, donde el conjunto de integrantes de una sociedad dada –con mayor razón hoy en día cuando cualquiera puede acceder a todo tipo de información vía Internet– debemos estar dispuestos a asumir como responsabilidad diaria, por un tiempo determinado, funciones como las que implica la rama legislativa del Estado, pero también otras, haciendo real así que la política deje de ser un asunto supuestamente complejo para tornarse en lo que realmente es: algo sencillo, en tanto estamos hablando de cómo organizamos, controlamos, corregimos, etcétera, entre todos y todas nuestros asuntos cotidianos.
Al ser así, la pregunta por el salario tope del Congresista enlistada en la próxima consulta del 26 de agosto, debería estar complementada por otra que le hiciera justicia: ¿Está usted de acuerdo con que el salario mínimo que se paga hoy en Colombia sea reajustado en el ciento por ciento?
Pregunta totalmente pertinente en tanto el problema de nuestro país no es que unos pocos ganen tanto, sino que muchos ganen tan poco, obligados a sobrellevar una vida llena de dificultades cada vez más difíciles de resolver, insolvencia, carencias, marginación, es decir, empobrecimiento inducido.
Alza al doble del salario mínimo que le haría honor a una política social y económica en procura de vida digna.
Propuesta justa y a la orden del día, contraria a la cual encontramos las pretensiones de patrones y empresarios que andan presionando para: 1) acabar con el salario mínimo como referente obligado en el país –medida de protección del trabajador de base, 2) reducirlo, pues de no ser así “los empresarios no podrán competir en el mercado global”, según el decir de sus impulsores, 3) cancelar un salario mínimo diferenciado o por regiones.
Es decir, a cómo de lugar, los que más tienen siguen luchando por tener más, y para ello cuentan con un gobierno que los representa.
Actuemos para que estos empresarios no puedan hacer realidad su sueño de seguir acumulando millones de millones a costa del trabajo ajeno.
Salgamos a votar sietes veces sí en la consulta del próximo 26, pero no nos quedemos ahí, aprovechemos la misma para darle cuerpo a otras iniciativas sociales, económicas y políticas de diverso orden que nos permitan confrontar a fondo el actual sistema imperante en nuestro país.
¡Qué el salario mínimo sea reajustado en el ciento por ciento!
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Información adicional
- Antetítulo:26 de agosto. Consulta anticorrupción
- Autor:Equipo desdeabajo
- País:Colombia
- Región:Suramérica
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