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viernes, 20 de abril de 2018

A 20 años del asesinato de Eduardo Umaña Mendoza

18 abr. CI.- Eduardo Umaña Mendoza fue un abogado defensor de Derechos Humanos y de los pueblos al que asesinaron hace hoy hace 20 años. La vida de Umaña estuvo dedicada representar a los luchadores populares, las víctimas de la guerra y las gentes humildes de Colombia en los estrados judiciales.
Fue una lucha constante, un viaje existencial que poéticamente puede relacionarse con una de las mejores novelas del Siglo XX: El Proceso, de Franz Kafka. “Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido”, así empieza este relato que describe la lucha de Josef K. contra la Ley. Para Kafka, la Ley es un poder mítico, sagrado, escrito en códigos indescifrables para el hombre común.
La concepción filosófica de Umaña Mendoza parte del humanismo social con el que su padre, el maestro Eduardo Umaña Luna, educó a generaciones de estudiantes. Su base está en el pensamiento de Marx: “En Colombia es mentira que hay una impunidad general, hay impunidad para los de arriba y represión para los de abajo. Nunca más que hoy la justicia ha sido esencialmente clasista”, afirmaba.
Algunos días antes de su muerte, Umaña hijo señalaba que “entonces, ahí queda una especie de misticismo, de valoración de unos principios, de soñar con sueños y utopías, sabiendo que nunca habrá realidades, dejando semillas de lucha para las próximas generaciones, sabiendo que en cada momento que pasa se acaba la vida y que cada momento que usted esté viviendo, es una ganancia a la muerte. Este es un marco filosófico, un poco kafkiano. Existencialista pero contundente”.
Umaña Mendoza también hizo de su vida y su trabajo una interrogación constante. “Y qué decir de las repetidas masacres (casi siempre de humildes campesinos), de la desaparición forzada (casi siempre de activistas políticos de oposición) y de la tortura como método de interrogación (casi siempre de presos políticos y no de políticos presos”, se preguntaba.
Sabía que sobre él también pesaba ya una sentencia: “Doy a conocer que recibí en los primeros días del mes de febrero sendas llamadas telefónicas, ambas en las horas de la mañana por parte de una voz masculina, quien manifestó en una y otra ocasión la preocupación por la inminencia de mi asesinato por parte de funcionarios judiciales de investigación criminal, miembros de inteligencia militar y altos funcionarios de seguridad interna de la empresa Ecopetrol”, denunció ante el Cuerpo Técnico de Investigaciones -CTI- de la Fiscalía el 16 de febrero de 1998.
El 18 de abril de ese mismo año, una mujer y dos hombres que se hicieron pasar por periodistas entraron a su oficina y lo asesinaron. Cuando se conoció la noticia, los estudiantes de la Universidad Nacional respondieron con indignación y rabia.
El día de su entierro ondearon en la plaza Che Guevara de esa institución las banderas de los trabajadores, de las víctimas, de las organizaciones populares. El maestro Umaña Luna, su padre, afirmó que él fue culpable de la muerte de su hijo, al enseñarle el camino del humanismo social y la entrega a los demás. Sus palabras quedaron grabadas en muchos de los que lo escuchábamos ese día.
“Los derechos de los pueblos y los Derechos Humanos son una lucha de soledades que se encuentran” fue una de las frases de Eduardo para la historia. Ese fue el proyecto de Umaña, el ejercicio del Derecho como herramienta de liberación tanto en nuestra condición individual de ser humano, como en nuestra condición colectiva de pueblos.
Informaciòn tomadad de colombiainforma.info

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