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13 jun. CI.– En una humilde casa situada en Cáceres, Antioquia, municipio ubicado en el Bajo Cauca, región amenazada por la construcción de la represa de Hidroituango, Diego Antonio Oliveros narra el miedo de los pobladores “desde Valdivia hasta Bocas de Ceniza, ahí muchos pueblos se desaparecen ya, y con dinero no nos van a recompensar ” que, bajo la amenaza de otro fallo en la represa, ya han sido reubicados en albergues temporales, han huido de sus territorios, o viven con miedo de una catástrofe.
La canción también es una oportunidad de hacer crítica a la empresa responsable de la obra. “(…) Pero Empresas Públicas de Medellín -EPM- nunca pensó en los demás, el daño grande que le causa en nuestras vidas, si esa represa les llega a fallar”, que, con complicidad del gobierno de Antioquia y las entidades responsables, han guardado silencio ante los barequeros, campesinos, pobladores, el Movimiento Ríos Vivos y ante la opinión pública ocultando el verdadero peligro de la falla en la construcción de la obra que amenaza de exterminio a comunidades ribereñas y obreros. No han sido pocas las veces que mediante comunicados y pronunciamientos ambiguos han llamado a la calma mientras se adelantan planes de contingencia sobre el tiempo.
“Dios mío bendito ¿y ahora qué vamos a hacer? Con tanto miedo no podemos ni dormir” expresa el coro de la canción, que se convierte en un llamado de auxilio ante la incertidumbre. Diego Antonio Oliveros afirma entonces la angustia de los pobladores pero también denuncia la indolencia de las autoridades regionales y nacionales.
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